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SINCRONICIDAD

"No existe la casualidad, y lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas". Friedrich Schiller



La última vez que había estado en la Semana de la Moto en Mazatlán fue hace como 6 años. Por mi trabajo, los días de Pascua -que es cuando se lleva a cabo este ruidoso evento- no los tenía libres, y trasladarme de Culiacán a Mazatlán por el puro fin de semana me parecía cansado y gastado. Así que, a pesar de que me gusta y me parece interesante el mundo biker, pues no, participar en sus actividades no me causaba mayor interés.


Este año fue distinto. Por alguna razón decidí quedarme toda la Pascua en mi charco, aprovechando la hospitalidad y generosidad de mis papás, y el hecho de que parte de mi trabajo ahora lo puedo realizar desde una computadora con Internet. Así que la presentación de Molotov, artista invitado en esta ocasión para cerrar el magno programa, parecía tentadora.


La pulsera de acceso llegó hasta mis manos gracias a mi prima, comadre, amiga del alma, Beligne, quien apasionada del relajo y la adrenalina de las motos me invitó a estar ahí, a compartir en ese lugar apartado especialmente para ella y su tribu. Yo no hice más que dejarme llevar y ponerme en disposición de disfrutar de las mentadas y los batacazos de la irreverente banda.


No había empezado el show cuando ya teníamos un amigo nuevo, Antonio, un biker regio pero venido de la Baja California, brincando junto con nosotros en medio de aquella locura rockera. Y lo normal: las rolas, el relajo, la fiesta, la gritada, los chistes, la cantada, las risas, las chelas, las fotos, la vuelta en moto… y pásame tu WhatsApp. Paren de imaginar. No hubo más, lo bonito de esto, es lo siguiente.


El chopper resultó emprendedor y está desarrollando un negocio de playeras y accesorios para motociclistas. Platicando (por WA), comentamos sobre registro de marcas y marketing, tema en el que llevo algo de camino recorrido. Hace unos siete meses realicé los trámites para el logo de AR y la iniciativa de El Ser y la Consciencia, un asunto que por la burocracia correspondiente y mi descuido natural, tenía abandonado.


Pero ese lunes, haciéndole “el favor” de averiguar sobre lo suyo, retomé el contacto con el funcionario que llevó mi registro y me dice: - Angélica, ya te debió haber llegado a tu casa. Están aprobados.

Luego del consabido grito de emoción, le contesté: - No, no he recibido nada, y aquí he estado en casa. De repente, se me viene un recuerdo a la cabeza: un aviso de Correos de México tirado en mi cochera, recogido hace varias semanas, y olvidado entre un montón de papeles.


Lo busco, lo #encuentro y me lanzo con el estómago apretado y la duda clavada sobre si aún estaría aquello ahí para mí. Tras caminar varias cuadras bajo el rayo del sol culichi, porque ya saben que encontrar estacionamiento en el Centro de la ciudad es como un oasis en el desierto, y sudando la gota gorda, temblorosa entrego el papel, me hacen esperar cerca de 20 minutos, y por fin, del fondo de la oficina sale y se me acerca el encargado, quien con unos expresivos ojos asomándose por sus protuberantes lentes de botella, y una voz entre seca y burlona, me remacha: - Tienen desde el 17 de marzo aquí, se iban a devolver hoy por la tarde, qué bueno que vino, señorita.


No pude menos que respirar hondo, soltar una gran sonrisa de “safe” y agradecerle al Universo el mensajero en Kawasaki que me había mandado.


Pero la cosa no para ahí. Ese mismo día, por la tarde, desconsolada por un conflicto con una amiga, le marco a mi Laura Peraza, la terapeuta más hermosa y chingona de Mazatlán, para que me dijera unas palabras de aliento y me orientara. La verdad es que no suelo hacerlo. Ella pacientemente me escucha, me hace un par de preguntas y me sugiere qué hacer. Tras su sabio consejo, yo ya más tranquila, le platico lo sucedido esa mañana con las “Diosidencias” del motociclista y mi registro de marca.


Pues, todavía vibra en mi corazón la sonrisota que soltó y la emoción que compartimos cuando me dice: - Angie, hoy precisamente estaba pensando que tengo un encargo de un gran amigo y maestro francés con el que platiqué hace un tiempo de manera informal sobre que le interesa venirse a radicar a México, y establecer por acá su clínica, pero que no tiene ni idea de dónde ni cómo registrar su marca, y ahorita tú me pides que te ayude, y la que me está dando la respuesta ¡eres tú!


El psicólogo Carl G. Jung asegura que hay algo llamado “sincronicidad”, refiriéndose a “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera no causal”, como la unión de los acontecimientos interiores y exteriores de un modo que no se puede explicar pero que tiene cierto significado para la persona que lo observa.*


Jung llegó a la conclusión de que hay una íntima conexión entre el individuo y su entorno, que en determinados momentos ejerce una atracción que acaba creando circunstancias coincidentes, teniendo un valor específico para las personas que la viven, un contenido simbólico. Son este tipo de eventos los que solemos achacar a la casualidad, la suerte o incluso a la magia, según las perspectivas que tenemos.*



La vida siempre nos lleva por caminos inciertos, y en ocasiones, dudamos sobre cuál elegir, cuál será el correcto, o el que nos haga llegar más rápido o de manera más segura hacia allá donde queremos ir. Y aunque se le adjudican las grandes y más acertadas decisiones a la mente, a la razón, cada vez estoy más convencida que la intuición es el mejor GPS para decidir nuestro rumbo.


Escuchar el corazón, dejarse sentir, permitirse fluir como agua de río ante las circunstancias suele llevarnos a explorar recorridos gratificantes y que nos acercan a nuestra verdadera misión. Las sincronicidades siempre han estado ahí, estar abierto a ellas, es el gran regalo.


Finalmente, mi nuevo amigo biker detuvo por el momento el proceso sobre el registro de su marca y decidió atender otras cuestiones primero, pero gracias a su “petición”, ya tengo el título de propiedad de mis marcas en casa; y por mi conflicto personal, ahora Laura está en camino de poderle dar una buena noticia a su mentor francés sobre lo que hay que hacer con su clínica en México.


De quien, por cierto, esa misma noche, recibí en un boletín al que estoy suscrita por mail, y que no tiene nada que ver con él, un artículo con información sobre sus terapias. ¿Casualidad? No lo creo.


Bendiciones, AR.


*Fuente: “No existe la casualidad, existe la sincronicidad” publicado en www.lamenteesmaravillosa.com


Ancla 1
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