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Amor que transforma

“Lo que traerá paz será la transformación interior, la cual conducirá a la acción exterior”. Jiddu Krishnamurti.


Lo he dicho aquí, lo he dicho en los foros donde se me ha brindado la oportunidad de compartir, lo he dicho en mis redes sociales, se lo he dicho a mi mente y a mi corazón: creo profundamente en el poder de transformación de las personas.


Pero no había reparado en la energía que genera esos cambios, en la fuerza que impulsa a la voluntad para que inicien los movimientos, en la motivación para que se mantengan, y lleguen a manifestarse de una manera clara, contundente, como una verdadera transformación de ti y de tu vida.


No lo había tenido tan claro como hasta hace un par de semanas. No hay mayor fuerza, energía, motivación, potencia, impulso, brío, ímpetu… que el amor. El amor transforma.


De acuerdo a las enseñanzas de Bert Hellinger de Constelaciones Familiares, todo, absolutamente todo se hace por amor. Pero cuando ese amor está en desorden, en caos, enfermizo, te convierte en una persona insegura, dependiente, celosa, agresiva, posesiva, violenta, agresiva, crítica, perfeccionista, arrogante, chantajista, manipuladora, egocéntrica, víctima, victimaria, sumisa, indecisa, deshonesta… y todas esas máscaras que nos solemos poner a la hora de entablar nuestras relaciones, y no me refiero únicamente a las de pareja, sino incluso a la que sostenemos con nosotros mismos, al no aceptarnos tal cual somos y fingir que no pasa nada. A la relación con nuestros padres, hijos, hermanos, amistades, en el trabajo y en general a nuestro modo de relacionarnos con la vida y sus circunstancias.


Evidentemente todos nuestros ciclos de vida son cambios: niñez, adolescencia, adultez. Pero es a esa etapa en la que te sientes producto terminado, que de alguna manera consideras que tienes tu vida resuelta y el destino trazado, a darte cuenta que “dijo mi mamá que siempre no” es a la que me refiero.


Mi transformación inició hace ocho años, obviamente no fue nada consciente. Por el contrario, me daba pánico el cambio, dejar mi mundito conocido, aunque no estaba tan cómoda en él, era mucho mejor que salir a experimentar sabrá Dios qué cosas. Sin embargo, hoy comprendo, que no podía ser de otra manera. Así de abrupta como fue el inicio de mi separación del antiguo yo, así de inesperada es ahora la llegada de lo que estoy segura es mi nueva vida.


Qué ha pasado en ese tiempo. Puedo hablarles desde profundas crisis de depresión, del aislamiento total hasta el refugio en la fiesta y el alcohol; pasando por talleres de oración y vida, terapia psicológica, tratamiento psiquiátrico, grupo de anónimos, constelaciones familiares, retiros espirituales, lecturas del tarot, periodos de suma religiosidad, yoga, meditación, sanación holística, canalización de ángeles, conferencias, cursos, seminarios de liderazgo, amuletos, diplomado de misión de vida, libros de autoayuda, audios de motivación, temazcales, rituales chamánicos, imágenes, veladoras, inciensos, cantos, rezos, mantras, danzas… literalmente, de todo. Se vale, y claro que aportan.


Pero no entendía el problema; por eso no podía encontrar la respuesta. Buscaba la solución ahí afuera: en mis padres, en mi pareja, en los hijos, en el trabajo, en los amigos… en tantas creencias (hoy las reconozco absurdas) que no veía lo obvio. El problema estaba en mí, en mi falta de amor propio. De sentirme en paz, a gusto conmigo, de creerme separada de la fuente inagotable de amor que me creó. Sé que estás pensando “que se pase de la que fumó para andar iguales”, y eso es lo que estoy haciendo ahora mismo.


A través de este #Encuentro, intento pasarles, compartirles lo que me fumé, con lo que me siento total y completamente intoxicada ahora: un amor genuino, profundo, sincero, por mí misma, por la vida, tal y como es. Pero en la certeza de que yo también soy creadora, y puedo crear mi propia realidad a partir de mis pensamientos, emociones, decisiones y acciones.


El amor ha dejado de ser un sentimiento para convertirse en una actitud, en un modo de vida, en una prEsencia permanente en mi fondo, en mi interior. El amor es mi total disposición de aceptar incondicionalmente y agradecer del otro (llámense personas o circunstancias) tal y como es. Y no quiero decir con esto, que ande toda la vida como castañuela o que sea la buenita del cuento. Para nada. Por el contrario, este amor la ha puesto luz a mis sombras, a que reconozca esos defectotes de carácter; me ha hecho aprender a poner límites, a alejarme de las personas que ya no me nutren, y no en forma de juicio o crítica sino que ellas son libres de ser y hacer en su vida como yo en la mía. Agradezco la enseñanza que trajeron a mi vida, y despido amorosamente el vínculo.


Recuperarme a mí, empezó cuando decidí recuperar a mis padres, cuando decidí elegir hacer un profundo trabajo hacia mi interior, para re-conocer-me y asumir lo que tenía que aprender para continuar por este camino sin sufrimiento, sin dolor, sin culpa. El amor me transformó cuando decidí ver como espejos todas y cada una de las personas y circunstancias en mi vida, para poder mirar con claridad y elegir pasos que me ayudaran a avanzar hacia adelante, no que me estancaran en el pasado sino que me permitieran fluir hacia vínculos mucho más sanos y maduros.


Como es adentro es afuera. Y la transformación de nuestra realidad sólo es posible si y sólo si nos damos cuenta del poder del amor que yace en nosotros, y que nos hará poner toda nuestra buena voluntad, dones y talentos al servicio de la vida, no del miedo.

Bendiciones, AR.


Ancla 1
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