Gratitud que expande
“Todo nuestro descontento por aquello de lo que carecemos, proviene de nuestra falta de Gratitud por lo que sí tenemos”.
Con éste, cierro (por ahora) una serie de Encuentros dedicados a esas tres poderosas energías que han transformado (y continúan) mi vida: el amor, el perdón y la gratitud.
Por supuesto, que no son conceptos novedosos ni siquiera poco comunes u originales. Por el contrario, deben ser de los términos más escuchados en charlas de rutina. Sin embargo, a pesar de tenerlos dentro de mi vocabulario desde siempre, la diferencia radica en el resignificado que les he dado a raíz de las diversas circunstancias vividas.
Al empezar el día y al terminarlo, hay una acción que repito ya desde hace un par de años como sistema de supervivencia; en verdad, no puedo avanzar hacia la jornada o retirarme a descansar si no hay un acto consciente de agradecimiento por las bendiciones recibidas.
Un momento de verdadera comunión con el Creador, de total agradecimiento y alegría por los favores inmerecidos recibidos. Comenzar y terminar todo, todo, con gratitud es la clave para una vida próspera y en abundancia, y no quiero sonar fantasiosa ni mística, sino lo más real y terrenal posible, pero es que, no encuentro otra manera: la gratitud te abre las puertas al universo de todas las posibilidades.
Pero en tiempos de crisis ¿cómo se puede agradecer? Cuando todo va bien, suena fácil, y hasta necesario, pero en tiempos difíciles, cuando te está llevando la que te trajo y el universo parece conspirar pero en tu contra, ¿cómo ser agradecido? Sí, es verdad, cuando todo parece ir mal, aparentemente no hay mucho porque sentirse en gratitud, porque nuestra energía está enfocada en eso que nos hace falta, o creemos que carecemos.
Nuestra atención ha sido secuestrada por la dificultad, la venda de los problemas nos impide ver lo que sí tenemos: el aliento de vida que nos mueve, la ayuda que recibimos de los demás, el techo que nos resguarda, el plato de comida sobre nuestra mesa, la salud de nuestra familia, el trabajo que realizamos, la luz del sol que nos calienta, la lealtad de tu mascota…
Hay tres cosas que antes no hacía y que hoy por hoy estoy segura han sido determinantes en mi práctica de la gratitud, porque sí es de práctica, es de ser y estar conscientes, atentos a todos los dones y regalos que ya están presentes en nuestra vida.
Hincarme. Dar las gracias por ver el amanecer y llegar al anochecer cada día de rodillas. Me costó hacerlo, lo sentía innecesario, pero alguien sabiamente me dijo, se necesita humildad para reconocerte pequeña ante ese Poder Superior que te lo ha dado todo: amor, sabiduría, creatividad, alegría, libertad. ¿Te cuesta trabajo como a mí? Prueba dejando tus sandalias para andar en casa debajo de la cama y oblígate a buscarlas en la mañana y en la noche, ahí una vez agachada, comienza tu oración.
Escribir. Empezó como una tarea, y hoy es ya un hábito. En un cuaderno, cada mañana (puede ser en la noche también) escribo 10 cosas por las que me siento agradecida. Es una especie de recuento que hace que vea todo lo que me ha sido dado. Al principio no creía que fuera a llenar los diez espacios, con seguridad les digo que los van a sobrepasar cada día y por mucho.
Bendecir. Dar las gracias por cada plato de alimento que tengo frente a mí, en el desayuno, la comida o la cena, me hace consciente de mi infinita abundancia, porque en ese momento hay muchos, cientos de miles que no han podido llevar un bocado a sus familias. Contar con un trozo de pan cada día me recuerda que una gran cantidad de personas están creando cosas para nosotros, cultivando alimentos, y trabajando para que el agua que bebo llegue hasta mi casa.
En cada respirar, en cada abrir de ojos, en cada sonrisa, en cada palabra que expresamos, en cada caricia que regalamos, en cada actividad que realizamos… podemos experimentar la gratitud, sentir como nuestro Ser se expande al tener la capacidad y la disposición de reconocer los pequeños y los grandes regalos.
Dicen que ser agradecidos es de bien nacidos, y dicen bien, porque si nos ponemos atentos entenderemos que nadie, absolutamente nadie está obligado a nada con nosotros, así que cuando agradecemos todo lo que llega a nuestra vida, cada gesto, cada circunstancia, cada persona, incluso lo no tan bueno, es como tomar una llave que nos abre el corazón a dar y recibir en abundancia.
Por ser y estar aquí… gracias, gracias, gracias.
Bendiciones, AR.