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Este asunto de la espiritualidad

La espiritualidad es la oportunidad constante de realizar y probar que todos nosotros podemos ser tan grandes como Dios. Sri Chinmoy.

Que si cuándo empecé a integrar la espiritualidad en mi vida… no lo tengo muy claro. Pero será acaso asunto de unos cuatro años y medio para acá que escuché (al menos con atención) por primera vez el término “despertar espiritual”, y al cual se refirieron no propiamente como algo religioso o sobrenatural sino al contrario como una experiencia completamente terrenal en la cual simplemente integrabas el amor a todos los quehaceres de tu vida.


Estamos acostumbrados a hablar del amor sólo en términos de amor a los padres, a la pareja, a los hijos, a los amigos, a Dios… pero vivir desde el corazón, en verdad convertitrte tú mismo en ese amor, y llevarlo hacia tu exterior en un sentido espiritual podría sonar cursi, exagerado o que no es para todos. Y aunque reconozco que quizá soy la menos indicada para desarrollar el tema, simplemente me aprovecharé de este espacio para compartirles como es que hoy yo entiendo, siento y experimento la espiritualidad.


Un día asumí que yo era la creadora de mi propia realidad. Ahí parada donde estaba sentí que era un escenario al que ya no pertenecía, algo en mi interior me decía, me gritaba que yo era capaz de cambiar mis circunstancias si simplemente empezaba a pensar de una forma distinta, y a manifestar mi energía desde otra emoción. Y al mismo tiempo entendí que esa realidad que yo podía crear impactaba en los demás, que todo lo que yo hiciera o dejara de hacer no era sólo asunto mío sino de todos. Qué gran responsabilidad pero qué regalo darte cuenta cuán importante es mi participación en este Universo. Así comenzaba a manifestarse la espiritualidad.


Pero sería demasiado arrogante y soberbio pensar que estoy sola en tan semejante tarea de co-crear la realidad, y entonces acepté que había un Poder Superior que me guiaba desde dentro, sin tener muy claros los cómos, yo me enfocaba en el qué, y algo muy por encima de mi, asumía el mando y empezaba a reparar el desorden. Esa necesidad consciente de Dios (como cada quien lo conciba) me suena a espiritualidad.


De repente, dejé de sentir temor por los resultados. No siempre me es tan fácil, pero vivir dependiendo de mis “éxitos” o “fracasos” se estaba volviendo algo muy cansado, muy desgastante. Por lo que asumí que lo único que podía hacer era estar tranquila, hacer lo mejor que podía y con eso era suficiente. Desde ese lugar, la paz no puede faltarte, porque sabes que hiciste lo mejor posible, hiciste tu máximo esfuerzo, pero siempre está operando una sabiduría más grande que determina los resultados. El desapego me sabe a espiritualidad.


Dejé de proteger mi corazón. Y aprendí a moverme en el mundo con el alma rota. Eso fue lo que me orilló a comenzar mi transformación. La reparación de daños, la restauración, sin vergüenza a las cicatrices, sino entendiendo este proceso como algo sagrado, enalteciendo las grietas y curándolas con hilos de amor como hacen los japoneses en el arte tradicional Kintsugi, cuando convierten objetos dañados en verdaderas obras de arte al rellenar las zonas estropeadas con polvo de oro. En lugar de tratar de ocultar los defectos, las grietas se acentúan y celebran que ahora se han convertido en la parte más fuerte y más original de la pieza, al ser ahora única. Transmutar las heridas en fortalezas se siente a espiritualidad.


Me hice conciente de todas mis bendiciones desde el salir del sol hasta el anochecer. Y que si soy bendecida es para poder ser bendición para los demás. Por eso, intento ya no hacer nada que no me haga feliz: desde la elección de mi ropa, zapatos, proyectos profesionales, amistades, relaciones, actividades… La gracia es invisible a los sentidos, pero no por no ser perceptible es menos real. Es el poder del amor de Dios en acción, y el amor es el mayor poder del Universo. Recurrir a esta fuerza cada dia, en cada jornada, darme cuenta de su existencia es un gran aliado, porque sólo con el corazón podremos atravesar los abismos creados por la mente.


Yo no sé si este asunto de la espiritualidad pueda “probarse” científica o filosóficamente, o la relación que ésta tenga con la tan llevada y traída física cuántica de alguna forma. Lo que sí sé es que cuando cada uno le aporta a su vida y a la de los que le rodean (o al menos lo intenta) esos gramos de amor, perdón, servicio, misericordia, desapego, confianza, solidaridad, empatía, humildad y apoyo de una manera leal y comprometida, no es necesario demostrar nada, se demuestra con la forma de vida.


Así que parafraseando el inicio de el “Libro del Tao” de Lao Tse: la espiritualidad que puede explicarse no es la espiritualidad.


Bendiciones, AR.


Ancla 1
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