Aprender a desprenderse.
“Soy muy fácil en aquello del abrazo, y sumamente torpe en eso del soltar”. AR
La primera vez que escuché el término desprendimiento emocional fue hace ocho años en un grupo de Alanon. Sí, esos benditos grupos de autoayuda a los que acuden los familiares de alcohólicos (madres, esposas, hijos, hermanos…) para tratar de entender la enfermedad del alcoholismo y al enfermo, y a su vez reconocer y atender su propia enfermedad, la codependencia, para poder así recuperar su vida, y liberarse amorosamente de responsabilidades y problemas que no les corresponden.
Llegué ahí por recomendación de mi terapeuta, tras la severa crisis emocional y depresión en la que entré luego de mi divorcio, ella me aseguró que esos grupos serían los únicos que podrían ayudarme a salir más rápido del apego emocional a mi ex esposo, la vida matrimonial y de familia que tenía, y que ahora veía derrumbada. Hoy, con toda la gratitud de la que es capaz de sentir mi corazón, les digo, que además de mi férrea voluntad por salir adelante, fue el grupo La Misión de Alanon, ubicado en la zona dorada de Mazatlán, lo que me hizo retomar fuerzas, creer que una vida mejor era posible y que aún era capaz de perdonar(me) y amar(me) intensamente.
Fueron varios meses de mañanas y tardes en las que acudí a aquel grupo: a veces callada, otras rompiendo en llanto, algunas más serena y tranquila, en ocasiones iracunda y llena de resentimientos. Al principio, reconozco, no buscaba mi recuperación ni un cambio en mí sino el entendimiento de la conducta del otro, y enfocaba mi atención y energía a tratar de comprender por qué habían sucedido así las cosas.
Primera lección.
Ahí aprendí que algo que me alteraba al punto de la ansiedad, era esperar algo de alguien que no podía dar nada. Parecía que era manda, tratar de hacer de una persona alguien que no es; es una total locura pretender que las personas piensen o sientan como nosotros esperamos.
No es nada fácil, cuando has creado expectativas sobre una relación (sea de pareja, de amistad o incluso laboral) porque alguien se mostró contigo de cierta manera para luego cambiar o actuar de forma distinta. Podemos pasarnos meses, años, negociando nuestras relaciones con la gente, tratando de que nos amen de cierta manera, nos traten con cierta actitud, o se comuniquen de una forma más asertiva, cuando esa persona no quiere o no puede hacerlo.
Segunda lección.
Hay que aprender a dejar ir. A soltar eso que por quererlo sostener nos duele, nos lastima. Eso no significa que no queramos o ya no amemos, significa que sentiremos el inmenso alivio que llega cuando nos permitimos ver la realidad y comenzamos a aceptarla. Dejamos libre a esa persona para que sea realmente quien es. Dejamos de querer, de soñar, de esperar que esa persona actúe como nos gustaría, o como la idealizamos cuando recién la conocimos. Empezamos a lidiar con nuestros propios sentimientos y nos alejamos de esa situación que poco a poco merma nuestra tranquilidad y paz interior.
Tercera lección.
Cada situación, cada persona nueva que llega a mi vida es un nuevo reto, una nueva oportunidad de hacerlo diferente, de intentarlo, de amar y de interesarme de otra manera, de una manera que tome en cuenta la realidad, no mi ideal. Tomarme en cuenta a mí y mis sentimientos, reconocer y escuchar mis necesidades, es parte del proceso de amarnos a nosotros mismos, de cuidarnos, y de ya no permitir que lo que no estamos recibiendo de la otra persona nos controle.
Asumir la responsabilidad de nuestras emociones, es parte fundamental de asumir la responsabilidad de nuestra vida. Decidir cómo queremos interactuar con las personas, siendo muy realistas, honestos y congruentes con nuestros valores e intereses.
Aún me enoja, me frustra, me lastima, me hiere, me duele profundamente cuando me veo en la necesidad de desprenderme emocionalmente de alguien o algo que quiero pero no me está haciendo feliz; sin embargo, con un poco de conciencia y un mucho de oración, el camino siempre es el perdón y el destino la liberación emocional, mental y espiritual de ambas partes.
Bendiciones, AR.