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COMER, REZAR, AMAR… ¡Y BAILAR!

- Mi palabra es Escritora. - Eso es lo que haces, no quien eres. Frase del libro Comer Rezar Amar de Elizabeth Gilbert.


¿Quién soy? ¡Qué pregunta! Pues soy mujer. Soy mazatleca. Soy hija del profe Teódulo y la maestra Angélica. Soy hermana de Isabel y Karla. Soy mamá de dos varones. Soy comunicadora, conductora de radio, columnista, practicante de meditación y aprendiz de la vida…


No importa cuántas actividades o parentescos más pudiera describir, la verdad es que no eran suficientes o precisos para saber quién era Angélica. Parece fácil, pero para mí no lo fue. Porque no sabía distinguir si el cambio me llevaba a la transformación de lo que quería ser o a la deconstrucción permanente para volver realmente a mí.


Creemos que nos conocemos, pero en mi caso, saberlo se había vuelto algo complicado. Da miedo afrontar la realidad. Y si eso que me he creído durante todos estos años ¿no es verdad? ¿Y si el camino que he seguido hasta ahora no es el que me llevará a ese reconocimiento de mi identidad tan anhelado?


Esa crisis existencial, me pegó muy duro hace un par de años, acercándome a los 40, las preguntas de ¿quién soy yo? ¿hacia dónde voy? ¿cuál es mi misión en esta vida? Fueron preguntas que como golpe en la mesa me sacaron hacia una realidad que conocía y experimentaba poco, tomar mis propias decisiones.


Pareciera mentira que con un divorcio, dos hijos, una carrera, un buen empleo, y siendo autosuficiente alguien dudara de que yo era libre de mis actos. Sin embargo, cuando algo te duele o incomoda en el alma, es que hay un aspecto que no estás viendo. Como dice Carl Gustav Jung “hasta que hagas consciente el inconsciente, dirigirá tu vida, y lo llamarás destino”.


Así, hace dos años, comencé a sentir que todo aquello que yo creía bajo control, dejaba de estarlo. Los viejos esquemas mentales ya no me servían. Y lo que parecía tan claro, normal y lógico dejó de serlo. Esa profunda crisis existencial, me orilló a la autorreflexión, lo que me llevó a un cambio radical, a dejar de hacer lo que había venido haciendo, para emprender la búsqueda del verdadero sentido de mi vida.

Hace dos semanas les compartí el inicio de un viaje hacia mi interior, un retiro en el que en el silencio trataría de encontrar respuestas, o mejor aún, nuevas preguntas que me guiaran para seguir con confianza y certeza en el camino de la búsqueda de la espiritualidad. Mi resumen es que simplemente fue SORPRENDENTE, darte cuenta que no eres quién crees que eres; que nos llenamos de máscaras, de roles, de personajes, para sobrevivir siendo quienes no somos, y por tanto entendiendo poco o nada el mundo que nos rodea.


Jamás pensé que podría sobrevivir un día sin celular, pasaron 7 días, y cuando me lo devolvieron, no sentí la necesidad inmediata de encenderlo. Juraba que no podría estar sin hablar más de una hora, en ese mismo período no debía cruzar ni los buenos días con el resto de la gente, me dediqué a sentir su presencia, a vibrar su energía y apreciar su sola existencia sin que mediara alguna influencia por sus conversaciones; nunca hubiera creído que podría estar sin música de fondo mientras me bañaba, arreglaba o tomaba mis alimentos, el canto de los pájaros, a veces el caer de la lluvia y los sonidos propios del pueblo era lo único que acompañaba mis días.


Dedicarme a comer, rezar (meditar) y amar el momento presente, la existencia creándose a cada segundo, me llevó a permanecer a mi lado, a no huir, a no evadir como suelo hacerlo, a estar más consciente de lo que me rodeaba, mucho más realista de mis pensamientos y experimentar más allá de las palabras.


Lo de bailar, definitivamente fue un extra, un gran regalo… meditar a través de la música y el movimiento de tu cuerpo, es una vivencia que nadie debería perderse, pensé que se me atrofiarían de nuevo los huesos y músculos por la falta de ejercicio (tras cuatro meses consecutivos dándole) pero cuál fue mi sorpresa que brinqué más que un chapulín en primavera.


No es fácil mirar hacia dentro cuando la cultura y la sociedad nos empujan a mirar hacia afuera todo el tiempo, a compararnos, a ser más consumidores, a ser más exitosos, populares, a buscar la aprobación de los demás, a usar ropa de marca, determinado coche, estudiar en ciertas escuelas, visitar ciertos lugares para figurar, autoexigencias muchas veces desmedidas… pero la posibilidad de esa otra mirada siempre está ahí, sólo es cuestión que decidamos tomarla.


No es necesario irse al desierto o a la montaña, ni aislarse por completo… la autorreflexión puede ser parte de nuestro presente ahora mismo, sólo hay que hacerlo de una manera conciente, desapegarnos de las creencias que nos han hecho llevar la vida como la hemos llevado, y atrevernos a conectar con nosotros mismos en otro plano: pasar de la expectativa, el control, la superficialidad, la competencia, la hipocresía al respeto por uno mismo, el amor propio, la aceptación, la gratitud y la confianza.

Bendiciones, AR.


Ancla 1
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