La La Land. Una historia de amor.
“Para todos los soñadores, tontos sin remedio, por los corazones que sufren, por el caos que provocamos”. La La Land.
No, no les voy a escribir de la película, bueno sí, pero no como crítica de cine o de sus bondades artísticas, galardones, premios y demás sino de lo que me hizo sentir, recordar, proyectar. Que al final de cuentas, creo para eso fue hecho el cine, o al menos en su intención más genuina, para mover tus emociones, para hacerte vibrar, y de paso, hacer conciencia, porque como afirma mi Maestro Alejandro Jodorowsky: el arte debe ser para sanar.
Uno no puede salir de la sala de cine, igual que como entró; y no, nooo me refiero a más gordo y a punto de la explosión, por todo lo que nos empacamos de palomitas, refrescos y chucherías, seguramente mucho antes de llegar a la mitad de la historia; o todos apretados y alterados porque retacamos nuestro cuerpo de cortisol (conocido como hormona del estrés) con tramas llenas de suspenso, sangre, violencia, drama o terror; sino en nuestra perspectiva de la vida, de cómo la hemos llevado y de cómo puedo redireccionarla para vivirla en un sentido más acorde a mis principios y valores.
Soy una soñadora empedernida. Una idealista a muerte. Una seguidora fiel de la fantasía, suelo perderme precisamente en esa falta de realidad. Y aunque La La Land es una total y completa ficción… -quién va por la vida cantando y bailando con coreografía en medio del tráfico o volando sobre un observatorio mientras se enamora de alguien- …esa historia de amor me hizo ver claramente la realidad más real a la que deberíamos aspirar: seguir tus sueños sin ensoñaciones.
Hace 20 años estuve en una disyuntiva como la de Mia, no era precisamente elegir entre París o el amor de mi vida, pero sí era seguir abriéndome camino profesional en la ciudad donde me había mudado para estudiar y alcanzar mis sueños o regresarme a mi “pueblo”, casarme, tener hijos y “ser feliz para siempre”.
Y lo que elijas ni siquiera es lo importante, sino que las razones de fondo, lo que hay detrás sean por la motivación y la intención correcta. ¿Y qué es lo correcto? Tú, en tu esencia más pura y elemental. Mia no estaba en Hollywood buscando al amor de su vida para casarse, quería convertirse en una actriz reconocida; y Sebastian no esperaba en su piano a la esposa abnegada sino tener su propio club de jazz y tocar lo que se le pegara la gana. El amor los encontró en esa búsqueda, el sacrificio, por parte de alguno de los dos, antes o después hubiese cobrado factura.
Generalmente lo que empuja una decisión “incorrecta”, y no porque esté mal sino, insisto, por lo que la motiva, es el miedo. El miedo a perder, el miedo a la soledad, el miedo a no ser amado, el miedo a no conseguir, el miedo a no lograr, el miedo a ser incapaz, el miedo a ser insuficiente, el miedo al juicio, el miedo a fracasar… pero el león no deja de salir a cazar por miedo a no alcanzar una presa… simplemente sale y hace lo que sabe hacer, y si no lo logra un día, ¿deja acaso de ser león? ¿se queda encerrado en su cueva lamentándose y criticándose por ello?
Entonces, una actriz no tiene más remedio que serlo, si en verdad su esencia es esa, y será aclamada por ello. Un jazzista está obligado a serlo y el compartirlo con una pareja es un regalo, un extra, no una necesidad.
Soñar pero con los pies en la tierra. Encontrar el equilibrio y la objetividad entre lo que sería lo “ideal” y lo “que hay”. El amor de tu vida no es ese amor de añoranzas, de espejismos, de cuentos de hadas ni de princesas de Disney (que taaaanto daño nos ha hecho), sino ese que te ama en libertad, que respeta y honra tu destino, y te alienta a que lo sigas, aunque no sea a su lado.
La La Land me hizo ver, que a esa edad de los protoganistas, mis decisiones fueron tomadas desde el miedo, desde la carencia, la inseguridad, y ninguna acción así rinde frutos en el alma; independiente de los resultados externos que hasta pudieran ser aparentemente favorables.
Si no sigues tu llamado interior, se creará un vacío que más allá de llenarse con logros materiales, sociales o intelectuales, se agrandará hasta hacerte caer en el, tocar fondo, y que no tengas mas remedio que ir hacia arriba a alcanzar eso para lo que naciste… y escribir una verdadera historia de amor.
Bendiciones, AR.