¡Gracias Maestros!
“Los verdaderos Maestros enseñan desde el corazón, no desde los libros”.
Unas veces deliberadamente con pizarra y apuntes, pero la mayoría de los maestros que han impactado mi vida no han sido en un aula ni enseñándome de álgebra, ortografía ni siquiera sobre comunicación, que tanto me apasiona.
La vida, sin duda, es la mejor maestra, esa que no conoce de teoría o de borradores sino de puros exámenes sorpresa. Ella te pone las pruebas y, luego, si estás atento, te enteras de la lección; si no, tendrás que repetirla hasta que la comprendas.
Y ahí empieza la clase. Cuando llegas a esta vida, con esos primeros maestros que nos acompañarán desde el nacimiento hasta la muerte: nuestros padres. Estén o no físicamente con nosotros, incluso nos hayan criado o no, sus pensamientos, sus emociones, sus creencias, sus comportamientos, nos marcan, nos crean, nos dirigen, nos mueven… hasta que te das cuenta que aunque nos identifiquemos con ellos, no somos ellos, somos seres individuales, únicos, diferentes, que venimos sí a través de ellos, pero a cumplir nuestra propia misión, nuestro propio destino, bajo dos premisas inalterables: evolucionar como seres espirituales y no repetir sus mismos errores.
Porque sí, los padres se equivocan, son humanos también, tan defectuosos como cualquiera, y esa fue mi primera gran lección. De niña, es normal, lógico, les confieres súper poderes y se convierten prácticamente en tus Dioses particulares. No hay lugar para el fallo. Pero creces y descubres que no tienen todas las respuestas, que no pueden aliviar tus propios dolores, miedos, angustias, dudas y te decepcionas, los culpas, sientes enojo, rabia, exiges, y creas expectativas de cómo deberían ser o lo que deberían hacer. En lugar de verlos como son, con todas sus virtudes pero también con sus propias debilidades y necesidades. Amarlos, tomarlos incondicionalmente, con lo que dieron y lo que no pudieron, porque era justo así la relación perfecta para aprender.
.-.-.-.-.
Quien tiene hermanos o hermanas ha sido bendecido con uno de los vínculos más fuertes que podemos tener a lo largo de nuestra vida. No siempre lo tuve consciente, pero la relación con mis hermanas ha sido la incubadora para las relaciones con mis otros iguales. Todavía tengo varias materias que aprobar ahí, pero estoy feliz de a través de mis dos hermanas menores seguir aprendiendo a compartir el corazón de nuestros padres en igualdad y sin competencias, a respetar sus diferencias sin tomar partido, a sobrellevar los roces de ideas y conceptos entre nosotras, a limar asperezas por cuestiones del pasado, a demostrar mi afecto aún a la distancia, a apoyar respetando sus propias decisiones, aceptando el papel, los procesos y la percepción que cada una pueda tener sobre algo.
.-.-.-.-
Los mejores amigos son esa familia que se escoge, pero también son esos maestros que te enseñan de lealtad, confianza, comprensión, apoyo incondicional y verdad (aunque duela). Soy muy afortunada por estar rodeada de mujeres y hombres que desde su mirada amorosa hacia mí, han tenido un palabra de aliento, un consejo oportuno, una lana sin intereses, una buena fiesta, una rolita reparadora, una charla interminable, un regaño merecido, en fin… sus propias vidas y realización personal son esas presentaciones mucho más claras y exitosas que cualquier power point. Yo no sabría de aceptación si no fuera por ellos.
.-.-.-.-.-
Ahhh, y qué sería de esta escuela sin las parejas. Maestros de Maestros. Debo confesar que me tardé para comprender esto. Se me fue mucho tiempo queriendo enseñar, sin ver lo que había de aprendizaje para mí. Creo que por fin voy entendiendo de cómo va lo de la “media naranja”. Y si algo me ha quedado claro es que no es el tiempo lo que determina lo bueno o mala de una relación. Puedes permanecer años con una pareja y no sentirte pleno ni feliz en todo ese tiempo, en el cual se mantuvieron juntos por razones distintas al amor, la comprensión y el cuidado mutuo. O quizá viviste tan sólo un par de meses u ocasionalmente experiencias con alguien pero que fueron tan intensas y tan reveladoras que no se necesitaba un minuto más para ser conscientes de lo que había para nosotros ahí.
En todas, si estás dispuesto a reflejarte en ese espejo, ves, y aprendes. Muchas veces me he roto el corazón (porque he sido yo solita, queriéndolo meter donde no cabía) pero como en el laboratorio de química en la prepa, vas conociendo los reactivos, cambias la fórmula, y siempre valdrá la pena arriesgarse.
.-.-.-.-.-.
Me llaman mamá, y a veces me he creído que yo les enseño a ellos, pero la verdad es que mis hijos han sido dotados con las habilidades más poderosas y eficaces para que esta mujer imperfecta que soy se supere día con día, incluso muy a pesar de mi misma. Ellos me ayudan a conocerme y reconocerme más allá de mis propios límites; a disfrutar el ponerme de cabeza, a reír con el derrumbe de mis estructuras, a sentirme llena cuando me vacío, a recibir cuando doy, a imaginar cuando la realidad duele, a soñar cuando despiertas, a ser valiente cuando quisiera salir huyendo, a detenerme cuando las prisas me quieren ganar, a abrazar cuando se ha discutido, a poner límites a pesar del miedo, a encauzar la rebeldía, a reordenar mis valores, a amar sin cuestionar.
La vida es un gran salón de clases, en el que somos maestro y alumno: unas veces nos toca enseñar, y todos los días nos toca aprender. ¡Gracias Maestros!
Bendiciones, AR.