Después lo hago…
Viniste a este mundo a ser feliz… no te distraigas.
¿Qué dejaste de hacer para estar leyéndome en este momento? ¿Cuántas veces durante el día has pensado en “ese algo” pero decides que mejor luego? ¿Qué tanto se ha alargado tu lista de pendientes de hoy por acumular los que no resolviste ayer? ¿Dónde has buscado “ese momento perfecto” para detener, poner un límite, accionar o decir algo? ¿Conoces esa sensación de estrés, ansiedad o angustia porque es el “última día”, ¨van a cerrar” o “ya no hay más plazo”…?
Felicidades!!! Bienvenid@ a la tierra del “Después lo hago”, que es algo así como el país de Nunca Jamás de Peter Pan, pero sin la ventaja que aquel es un lugar ficticio creado para desarrollar un cuento infantil, y ésta es -como bien dicen por ahí- la cruda verdad.
Así que, empecemos por el principio. Hola, soy Angélica, y soy una procrastinadora crónica. ¿Procra queeé? PRO CRAS TI NA DO RA, del verbo PROCRASTINAR. Se escribe procrastinar y se pronuncia “después lo hago”. Y léase bien, cró-ni-ca. =P
La primera vez que escuché ese término, no lo podía creer, no podía concebir que existiera tal cosa. En primera, por lo difícil y hasta fea que me parece la palabrita; en segunda, porque nunca hubiera imaginado que eso que me pasaba un día sí y otro también, fuera motivo de estudio, de análisis, se diagnosticara y además requiriera de estrategias y mucha muchísima muchisísima voluntad para cambiarlo.
Y es que no me daba cuenta, de verdad no me daba cuenta de todas las cosas que había pospuesto en mi vida o de las veces que entré, por fin en acción, orillada por el último minuto y sudando cortisol por el estrés. No veía, para nada, pero para nada, mi clarísima tendencia a postergarlo, por no decir todo, casi todo.
Pero, ¿cómo? No entiendo, si yo siempre estoy haciendo cosas, no paro en todo el día, me levanto humanamente temprano y me acuesto sobrenaturalmente tarde, ni siquiera tomo siesta… no hay forma de que yo no esté haciendo algo siempre. De hecho, si tú que me lees, también me conoces un poco más en forma personal, quizá tengas esa idea de mí, que siempre ando en chinga.
Y pues sí, pero no, sorry, bueno, notsorry, y ni modo si me les caigo del ladrillito en donde estaba, pero es que precisamente ahiií está el engaño. Procrastinar no es dejar de hacer cosas y quedarte inmóvil, nooo, es dejar de hacer las cosas importantes por ponerte a hacer otras menos relevantes, supuestamente más urgentes, hasta cierto punto cómodas o placenteras.
La procrastinación, postergación o posposición, dice Wikipedia, y yo lo confirmo, es el hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más agradables, y yo le agregaría, o para otras personas. Podemos dejar para después desde una llamada, un trámite, una tarea escolar, un proyecto profesional, la limpieza en tu espacio, el pago de recibos, ir al dentista, hasta comenzar a hacer ejercicio, dejar el cigarro, enamorarte, casarte, divorciarte, tener hijos, irte de vacaciones, cumplir tus sueños, ser tú, vivir... ser feliz.
La televisión, el celular, las redes sociales, el internet, leer, organizar, la propia limpieza, chismear, pueden ser actividades que nos lleven a conductas adictivas que contribuyen en mucho a seguir desarrollando este trastorno procrastinativo.
Saben cuánto duró el programa de radio #Encuentro en mi cabeza, luego en papel, en la computadora y en pláticas de café… poco más de un año. Porque como sostiene Álvaro Gómez, mi guía y gurú en eso de lo que ahora estoy aprendiendo por estricta necesidad, “atención plena”, es que uno dice que quiere vivir de lo que ama, pero en realidad es que uno no hace ni la cuarta parte de lo que hacía cuando le pagaban en un empleo que no disfrutaba. Entonces, no es que las cosas no fluyeran, que las puertas no se abrieran, o no interesara el proyecto, es que simple y sencillamente yo dejaba para después las llamadas, las visitas, los acuerdos, en fin. Evadía.
Evasión, es una de las formas de procrastinar, y que hoy sé, es por miedo, un miedo aterrador al fracaso, a la crítica, al juicio de los demás, a no gustar, a no ser suficiente, al rechazo, y un largo etcétera con tintes de baja autoestima.
Creo que pasaron cerca de ocho años entre que me gradué, me titulé y tramité mi cédula profesional. Laborando desde el 2000 en el Gobierno del Estado de Sinaloa y teniendo muy cerquita la oficina para solicitarla, pensaba y pensaba en hacerlo, pero ni siquiera me acercaba a preguntar qué se necesitaba. Hasta que llegó el ultimátum: o entregas tu cédula o no hay más chamba por requisitos in dis pen sa bles. Ahí, fue que me puse activa con el papelito ese.
Activación, otra manera de decir, espérame tantito, un poquito más, estiro más la cuerda, y no me llames cada 30 minutos para recordarme que dije que en cinco minutos lo haría, y así. Como la Ley de Murphy lo estipula “si no fuera por ese último minuto, nada se hiciera”.
Y la procrastinación más larga y decidiosa de mi vida. Seguir mis sueños. Escuchar mi corazón. Hacerme consciente de mis creencias y responsable de mis emociones. Queriendo, deseando, soñando con una vida diferente, pero al mismo tiempo esperando el momento perfecto, las circunstancias idóneas, la alineación de los astros, sentirme completamente lista, ideando la mejor manera para hacerlo, o sea, suban el piano, bajen el piano… sin llegar a decidirme.
Indecisión, típica y, en casos extremos, mortal forma de procrastinar. Se te puede ir la energía, el aliento, la existencia, y no determinarte a realizar lo que realmente quieres hacer. Nos convertimos, entonces, en el líder de los niños perdidos, ese Peter Pan de diez años que nunca crece y odia el mundo de los adultos, porque en el fondo se siente indefenso, incapaz ante las exigencias del mundo que le ha tocado vivir.
DARME CUENTA fue el primer paso para empezar a dejar de procrastinar y tomar el timón. No, no he llegado a donde quiero estar, pero definitivamente he salido de donde estaba. Sigo avanzando y porque mi destino, como el tuyo, es llegar muuy lejos, sé que acompañada aprenderé y disfrutaré más en este viaje.
Por eso, si tú también, ya has decidido dejar de evadir tu crecimiento y activar la versión plena de tu Ser, compartamos la experiencia del Taller MetaEvolución Personal, un día, sólo un día para comenzar a alcanzar nuestro verdadero potencial y hacer de la evolución un estilo de vida.
Hay un problema mucho mayor que dejar las cosas en el “después lo hago”, dejarlas para nunca jamás… éste es el verdadero drama, que morimos sin haber ni siquiera comenzado.
Bendiciones, AR.