El Gobernador ¿Tiene horario?
¿Y el mandato constitucional?
Los abusos de algunos gobernantes llegan al extremo de la burla cuando pierden por completo las proporciones de sus responsabilidades y en sus afanes de protagonismo político o quedar bien o las dos cosas, el gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, se pasa de la raya cuando declara que “la presidencia es del PRI, porque vamos a ganar” en el encuentro del PRI el fin de semana pasado en Mazatlán.
El gobernador Quirino Ordaz como el presidente Peña Nieto y la mayoría de los presidentes municipales, no tiene la más mínima visión de la institucionalidad que representa la investidura que les ha conferido el mandato popular y reiteradamente se comporta como si fuera representante del PRI y no representante del pueblo.
Se les olvida que los partidos políticos son vehículos, son medios, mediante los cuales se accede a los puestos de elección y luego a los puestos públicos donde por mandato de ley se instalan para cumplir y hacer cumplir la ley para todos, es decir, trabajan para toda la sociedad.
Pero no es así, creen que están (y a lo mejor sí) en el viejo régimen priista en el que no ser del PRI, no rendirle pleitesía al gobernador o al presidente municipal eran prácticamente un sacrilegio, donde todo llevaba su sello, y si no no tenía valor y por lo tanto no se hacía nada sin la venia de ellos.
La reiterada acción que pretende volver a la vieja usanza de la “sana cercanía” y que rompió Ernesto Zedillo con la frase “la sana lejanía” para no acudir a los eventos del PRI, resulta odioso políticamente que ello ocurra cuando vivimos bajo un sistema plural de partidos donde todos están representados y la autoridad les debe, por lo menos, respeto.
El gobernador Quirino Ordaz no entiende y meno atiende estos valores republicanos y democráticos, que refleja el fondo de las formas.
El ejercicio de la política empieza por el trato que se les da a las cosas y si así piensa el gobernador ya conoceremos el comportamiento que asumirán en el proceso electoral del que deberán prevenirse los partidos.
Por lo menos aquel rector de la UAS en los años ochenta tenía la cortesía de avisarles a los universitarios “ya hablé como rector, ahora les voy a hablar como yo”. Se ponía y se quitaba la camiseta cuando él quería como si la investidura se pudiera colgar en un gancho. Así son.