Terminan las precampañas, inicia la planeación electoral
Ninguna de las coaliciones y candidatos sin partido que participarán en las próximas elecciones federales y locales tiene garantizado el triunfo desde ahora. Por muy conocidos que sean sus candidatos, por mucho arrastre que hayan tenido en sus eventos de precampaña y por muy bien colocados que estén en las encuestas, la historia de este proceso electoral aún no está escrita.
Nunca como ahora los tiempos políticos habían estado tan dominados por la incertidumbre. Nadie sabe que va a ocurrir el próximo 1 de julio. Por ello, más vale que los candidatos de las coaliciones y candidatos sin partido tomen sus previsiones, sobre todo aquellos que ya desde ahora se sienten ganadores.
¿Se puede dar por hecho que la elección presidencial la ganará Andrés Manuel López Obrador (AMLO), porque tiene 18 años en campaña liderando las encuestas y porque mucha gente percibe que los altos niveles de hartazgo social ahora sí llevarán al tabasqueño a Los Pinos?
Por supuesto que no. Una cosa es la percepción de que AMLO está más cerca que nunca de la victoria y una muy distinta es la realidad. Y la realidad es que por más afianzado que está en el primer lugar de las encuestas, si el candidato de Morena no logra organizar una estructura sólida que promueva y vigile el voto, lo más probable es que sufra su tercera derrota consecutiva.
Suena duro para los seguidores de AMLO, pero esa es la cruda realidad y aplica por igual para todos los partidos, coaliciones y candidatos sin partido.
No se gana una elección manteniéndose en el primer lugar de las encuestas. No se gana una elección tan sólo con el hartazgo de la gente ante la difícil situación del país. No se gana una elección posicionándose como el candidato más honesto e incorruptible, perdónenme pero no.
Una elección se gana con votos contantes y sonantes en las urnas, y para ello los candidatos tienen que lograr, primero: que los votos lleguen a las urnas; segundo: cuidar y defender que dichos votos se cuenten correctamente a la hora del cierre de las casillas y, finalmente: vigilar que las casillas lleguen completas e intactas a los consejos electorales.
Y eso sólo se logra contando con una estructura eficientemente entrenada y con presencia en el 100 por ciento de las secciones electorales. No hay de otra.
Para empezar, el día de la jornada electoral, los equipos de campaña de los candidatos deberán evitar caer en un escenario que es muy común durante y las primeras horas que transcurren tras el cierre de las casillas: la simulación de sus respectivas estructuras, y para ello se requiere contar con una adecuada planeación de organización y movilización electoral.
La función de toda estructura electoral es convencer al mayor número de ciudadanos con credencial de elector a favor de sus candidatos y lograr que ese convencimiento se traduzca en votos depositados en las urnas, eso es lo único que cuenta al final de todo proceso electoral, porque es lo único que permite a un candidato ganar una elección.
Los partidos, sus dirigentes, candidatos, coordinadores de campaña, representantes de sectores, organizaciones territoriales, sindicatos y comités seccionales, todos deben estar alineados a una sola estrategia, como una orquesta sinfónica, perfectamente ordenada, en donde cada integrante ejecuta un instrumento y desempeña una función, apoyándose, complementándose y reforzándose unos a otros.
De la eficacia de esa estructura depende en buena medida el resultado de una elección, porque cuando una estructura electoral está bien organizada, dirigida y eficientemente financiada, difícilmente se pierde una elección… lo demás son sueños guajiros.
GRAFITI
¿Entre más politizada está una sociedad menos participa en política?… El Politólogo Carlos Díaz de León lo explica de esta manera: “El pluralismo democrático moderno se sustenta en un corporativismo participativo… la realidad nos muestra que los protagonistas de la vida política en una sociedad democrática no son los ciudadanos aislados y desintegrados, sino los grupos corporativos participativos”.
Dice bien Díaz de León cuando sostiene que una ciudadanía politizada desarticulada es poco representativa y de escasa participación.
Es decir, por más hartazgo social que haya, si los ciudadanos no están organizados, su coraje y apatía se traduce en una pobre participación en las urnas.
Es decir: El pluralismo político es promotor del pluralismo corporativo, pero de muy baja participación ciudadana.
En poco más de cuatro meses veremos si esta teoría se confirma.