“Lo perdimos”
Que Andrés Manuel López Obrador significa para buen número de mexicanos la esperanza de un cambio, y que está en el primer lugar de las preferencias electorales con muchas posibilidades de convertirse en el próximo presidente de la república, lo hemos dicho aquí en repetidas ocasiones.
Señalamos también que mientras algunos lo consideran el menos malo, reconociendo sus fallas, sus incongruencias y hasta sus ilegalidades, otros lo defienden como un político inmaculado y honesto que cruzó el pantano sin mancharse.
Entre sus seguidores hay de chile y de manteca; aunque se notan más, son los menos esos fanáticos intolerantes y perversos que sin argumentos y sin razón insultan y descalifican a todo el que se atreva a criticar al diosito tabasqueño.
Y, bueno, a fuerza de ser sinceros debemos reiterar una vez más nuestra postura, que naturalmente provocará la furia de algunos de esos que ven a los cocodrilos volar, en lo más alto: López Obrador es un deshonesto que cínicamente se burla de millones de mexicanos, sabedor de que cuenta con incondicionales que negarán y defenderán todas sus ilegalidades, por más evidentes que sean.
Hay que ser rematadamente cínico, extremadamente pentonto, candidato urgente para el siquiátrico o un valemadrista irresponsable para creer, como sucede con Andrés Manuel, que todos nos vamos a tragar engaños descomunales como el de que Napoleón Gómez Urrutia es un mexicano ejemplar que merece ser senador de la república.
Las corruptelas de Napito fueron señaladas públicamente, con claridad y detalles. El peje lo sabe muy bien, aunque lo niegue.
Por supuesto, estas complicidades criminales provocan el desencanto y hasta el reclamo de muchos de sus seguidores, algunos de ellos dolorosamente convencidos de que el tabasqueño es igual y hasta peor que los demás.
Aseguran los amloístas que la decisión es irreversible, y que el candidato morenista ganará de calle la elección; quizás sí, pero erran feo en la consideración de que tienen todos los votos muy firmes, sin posibilidad de cambiar.
Pues no; la escandalosa candidatura de Napito impactó de manera severa en el ánimo ya escamado de buen número de mexicanos, y no son pocos los que decidieron retirarle su apoyo.
Alrededor de quince ciudadanos nos manifestaron su desconsuelo por la candidatura de don Napoleón, y ven en ello una confirmación más de que eso de combatir a la corrupción y a la impunidad es un engaño pejista burdo y desvergonzado.
“Lo perdimos”, nos dijo con mucha tristeza una señora; la coincidencia con los demás, palabras más palabras menos, de que no se puede confiar en alguien que con tan descomunal desfachatez cae en incongruencias tan brutales y tan a la vista de todos.
De las expresiones públicas que nos tocó ver, destaca la de un ferviente admirador y seguidor de Andrés Manuel, como es el caso del columnista de La Jornada Julio Hernández López, quien en su “Astillero” cuestionó la candidatura de Napito como un grave exceso, una designación polémica y contradictoria de parte de ya saben quién.
Guadalupe Loaeza, en su columna publicada el jueves pasado, anunció su decisión de no volver a darle su voto a López Obrador; con sus razones muy claras:
“AMLO tiene escándalos morales demostrables por sus nuevos aliados, elegidos de aquí y de allá cuyo común denominador es su cuestionable conducta; allí están Elba Esther Gordillo, Napoleón Gómez Urrutia, Gabriela Cuevas, Cuauhtémoc Blanco, etc., etc. Se diría que esta selección de personajes tan extraños la hace a propósito para demostrar que ‘sus chicarrones truenan’. Me da pavor su constitución moral, sus referencias bíblicas y su alianza con el PES. No hay duda que está en riesgo la laicidad y la cordura del estado”.
Dos ejemplos de seguidores de López Obrador, decepcionados sensiblemente, y hay muchos más.
Flacos favores le hacen al peje sus fanáticos cómplices; ojalá se den cuenta de que la verdad es el mejor camino, aunque duela.