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Espejitos

Como comentamos en nuestra columna anterior, Andrés Manuel López Obrador aparece en las encuestas recientes con una importante ventaja también en Sinaloa.


Con todo y los asegunes tan señalados, respecto del alto número de quienes se niegan a participar en esos sondeos, así como del reparto de quienes se declaran indecisos.

Muchas son las razones del por qué no levantan lo suficiente José Antonio Meade Kuribreña y Ricardo Anaya Cortés.


Del primero, hay que resaltar el pesadísimo lastre de ser postulado por un partido político que se ha burlado hasta el cansancio del pueblo de México, y que ha pisoteado no solamente la ley sino nuestros derechos humanos más elementales.


Para muchos –me incluyo–, el PRI encabeza un gobierno de corruptos y de asesinos, y no merece continuar en la presidencia de la república.


Media neurona basta para advertir que Meade Kuribreña está lejos de ser el hombre tan honesto y tan capaz que nos presumen.


Si no vio o no quiso ver las multimillonarias desviaciones de recursos públicos cuando fue Secretario de Hacienda, terminamos en donde mismo: no sirve.


En lo que a Ricardo Anaya toca, arrastra también en contra a un Partido Acción Nacional señalado por los “moches”, cómplice y tapadera de corruptos, además de que con Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa quedó demostrado que eso del “cambio” terminó en pura faramalla.


La guerra iniciada con el borrachales, que fue el inicio de muchos asesinatos y abusos por el ejército y la marina en contra de niños, mujeres y ancianos inocentes, con una impunidad que nos avergüenza por la aberrante complicidad de quienes nos gobernaron y nos gobiernan.


En lo personal, la acusación del lavado de dinero nos evidencia a un Anaya Cortés corrupto que tampoco merece la confianza ciudadana.


Del Bronco para qué hablamos, si ni pinta.

En resumen, con todo y que AMLO es un corrupto igual y para muchos –me incluyo, otra vez– hasta peor, recibe el respaldo de un buen número de ciudadanos por la razón de que lo postula un partido político “nuevo” que ha sabido venderse como la esperanza de un país mejor.


Con las razones de cada uno, tenemos que escoger al menos peor; por más que en todos lados escuchemos que ellos tienen al mejor y al único que garantiza un México mejor para nosotros y para nuestros hijos.


En su mitin de ayer en Culiacán, López Obrador se la pasó ofreciendo espejitos.


Que resolverá, absolutamente, los graves problemas que enfrenta el país; todos los trabajadores tendremos sueldos justos y ganaremos mucho más.


Prometió salario digno y mejor que el que hoy tienen para los maestros, médicos, enfermeras, policías y toda la burocracia; con excepción de los altos funcionarios, a los que asegura les reducirá el salario.


Para reírnos a carcajada abierta, algunos de sus ofrecimientos que rayan en el cinismo, en la locura o en un descomunal valemadrismo irresponsable.


Dijo que combatirá con todo a la corrupción; aseguró que el que haga algo indebido la pagará, aunque se trate incluso de sus familiares, como si nadie supiera que tiene rato solapando a corruptazos nomás porque se le sumaron y lo apoyan.


Otra incongruencia bárbara, cuando criticó que se paguen servicios médicos privados con dinero del pueblo; que se vayan al ISSSTE, al IMSS o al seguro popular para que vean lo que se siente, afirmó el orate que quiere ser presidente.


Y lo tenemos que tachar como loco, porque todo mundo sabe que sus tratamientos de salud privados fueron y son pagados con recursos públicos, en hospitales y con galenos carísimos, a precio de dólar.


Muchas sillas vacías en el evento; uno de los oradores culpó al clima, y en las redes sociales las mismas actitudes enfermas de descalificar e insultar a quienes nos atrevimos a decir algo que no les gustaba.


Ya no hay solamente esa intolerancia tan conocida; algunos y algunas pasaron al nivel de enfermos graves, prospectos muy serios para el psiquiátrico.


Ancla 1
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